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domingo, 10 de mayo de 2015

Hermógenes de Cofiño y Covadonga (1828-1904)

Hermógenes Fernández Cabal
Don Hermógenes Fernández Cabal nació en Cofiño el 28 de diciembre de 1828, hijo de Bernardo y de Francisca. Fueron sus padrinos don Diego del Cueto Santos y doña María del Socorro Cantillo (la cual era 
hermana de don Ignacio, párroco de Cofiño en aquel momento).

De profesión molinero, trabajó en su tierra atendiendo ese tan habitual artilugio hidráulico asturiano, pues ríos y regatos abundan por doquier en esta lluviosa región. Molinos siempre viejos, como reliquias de un pasado que no volverá. Cuando le preguntas por la antigüedad de su molino a alguno de los poquísimos molineros que quedan, suele responder siempre algo así como: “Tien munchísimos años, e muy, pero que muy vieyu, porque equí molieron mio padre y mio güelu, y paezmi que también el so padre”. De modo que la principal dedicación de Hermógenes estaba entre maíz, moliendas, tremolias, molares, pines, cabries, rodetes y presas (por citar algunos elementos imprescindibles en los molinos). Parres contaba con más de 70 molinos hace menos de cincuenta años. 

1945 Construcción de capilla y nuevo piso.

Cada atardecer, Hermógenes merendaba un pan de picos y un vaso de vino en “Casa de Tomasín”, por los que abonaba una “perrona” y -con sus escarpinos y madreñes- recorría los caminos de la falda del Sueve donde Cofiñu (confinium=límite, confín) está a 391 metros sobre el nivel del mar.

De promesa en Covadonga...

Además de molinero, Hermógenes tenía una habilidad especial para la talla en madera y en piedra. Quedan por el concejo aleros, cornisas, arcos de piedra labrada y otros que salieron de sus manos.



1938 obras en la cueva.




 Su partida de defunción, redactada hace casi ciento once años, dice literalmente así:

“En el cementerio de la iglesia parroquial de San Miguel de Cofiño, concejo y arciprestazgo de Parres, provincia y diócesis de Oviedo, a veintitrés días del mes de agosto de mil novecientos cuatro, yo Juan Alvarez, Cura Párroco de ella, di sepultura eclesiástica al cadáver de D. Hermógenes Fernández Cabal, que falleció el día veintiuno a las tres de la tarde en este pueblo y parroquia de Cofiño, de donde era natural y vecino; era hijo legítimo de D. Bernardo y Dña. Francisca, también de ésta; estaba casado con Dña. Carlota de la Fuente, con quien tuvo seis hijos, a saber: Dña. Eudosia, difunta, pero con legítima sucesión, D. Pascual, Emilia y Eduardo, casados y D. Alejandro y Luis, solteros;  recibió todos los Santos Sacramentos, se funeró con derecho a funeral mayor, falleció a causa de debilidad de corazón a la edad de setenta y seis años. A pesar de no saber dibujo y no haber tenido maestros, era un tallista de primera, deja memoria de muchas iglesias, en el retablo mayor de la Santa Iglesia Catedral de Oviedo, restaurado por Sanz y Forés y en la Capilla de la Cueva de Covadonga. En esta iglesia deja el baptisterio, los confesonarios, el arco de piedra de grano que está sobre el sepulcro de D. Luis y otras de menor importancia.

Partida de defunción de Hermógenes Fernández

Estaba condecorado con la Cruz de Isabel la Católica por un atril y una Cruz de la Victoria, que hizo de madera de tejo, restos del templo llamado del milagro, que se quemó en Covadonga y que le encargó Alfonso XII y concluyó en tiempos de Alfonso XIII a quien lo entregó en mano en la visita que hizo al Santuario, y para que conste lo firmo, fecha ut supra”. Firma el licenciado Juan Álvarez. 

En algún lugar hemos leído que don Hermógenes habría tallado el apostolado del camarín de Frassinelli de la cueva, pero no está fehacientemente demostrado.

En 1874, con la colaboración de don Máximo de la Vega y don Roberto Frassinelli, se comenzó la construcción de un templo abierto en la cueva de Covadonga, sin variar el lugar del altar, con una balaustrada de protección y con la capilla dispuesta en un extremo de la cueva. Para este camarín, se utilizó madera tallada y polícroma, evocando al original, con unas almenas de coronación exterior que la dotaban de cierto aspecto militar, cubierto en su interior por escayola y pan de oro. Como complemento, se acometieron las obras de construcción de la escalinata de piedra y se colocó la pila de la emblemática “Fuente del Matrimonio”. Sin embargo, las críticas a esta intervención, que afectaban fundamentalmente al camarín, tachándolo de atildado y pulido, con exceso de oro en su interior y exterior impropio de la grandeza de la peña, ya comenzaron poco tiempo después de su culminación, reflejados en el duro informe que realizó sobre él la Real Academia de la Historia en 1928. La Santa Cueva de Covadonga sufrió durante la Guerra Civil el saqueo de algunos de sus tesoros, así como el deterioro de sus pavimentos y balaustrada. 


Del mismo modo, los refugios o abrigos que se hicieron en este lugar provocaron grietas y hundimientos de determinada zonas de la peña. Usando como pretexto la necesidad de proteger las construcciones del interior de la cueva, se realizó el desmonte de la capilla construida por Frassinelli, lo que supuso una estrategia que permitió la posterior transformación del lugar. De hecho, el arquitecto encargado de llevar a cabo las obras, Luis Menéndez-Pidal, juzgó la iniciativa de “afortunada”, ya que facilitaba la eliminación del antiguo camarín. Se proyectó una reconstrucción de conjunto, que englobaba el aspecto fundamental, la iglesia de la cueva, y sus elementos circundantes. Respecto a la iglesia se tuvieron en cuenta tres factores: el motivo del culto, la importancia y aspecto del mismo, así como las circunstancias locales. El motivo del culto, la imagen de Nuestra Señora de Covadonga, implicaba su instalación en grado máximo de amplitud y visibilidad; tal como la vemos hoy, no dentro de la capilla que fue dedicada a sacristía.

Vista general a comienzos del SXX



Francisco José Rozada Martínez
3 de mayo de 2015















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