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martes, 10 de febrero de 2015

Agasajos en el Monasterio de Villanueva




Monjer benedictinos.
El viejo cenobio cangués celebra este próximo día 21 de febrero de 2015, el 1.269 aniversario de su fundación por el rey don Alfonso I el Católico y su esposa doña Ermesinda. Una tradición siempre envuelta en dudas y nebulosas históricas de variado tipo. Desde el año 746 acá han ocurrido demasiados sucesos relacionados con la fundación, vida y aconteceres del monasterio benedictino de San Pedro.

Pila Bautismal de San Pedro de Villanueva
Detengámonos hoy en los personajes y peregrinos que hacían un alto en Villanueva de camino hacia Covadonga. El 23 de mayo de 1616 (un mes después del fallecimiento de Miguel de Cervantes y de Shakespeare) el Nuncio y legado del Papa Paulo V concedió una canonjía en Covadonga a un sacerdote de Valladolid, pero como tardó en presentarse para tomar posesión del beneficio otorgado, cuando llegó ya había ocupado el cargo el cura de Villanueva Paulo González de la Cuesta, mientras los fieles de Villanueva eran atendidos por el prior de Covadonga, don Gonzalo de Villarroel. La concordia entre ambos curas está documentada en el archivo de Villanueva, pero extrañamente el documento no se registró en el de Covadonga. Así se puede leer: “Paulo González, canónigo de Covadonga, paga 36 ducados por la mitad del beneficio que lleva destaCassa en Santa María de Villanueva que se entiende la mitad de todos los diezmos de pan y recilla y compango, excepto las bollas y oficios”. En el mismo libro de 1616 se anota: “Gonzalo de Villarroel, Prior de Covadonga, paga 96 reales por la mitad de las bollas y oficios de Santa María de Villanueva”. Se habla de Santa María de Villanueva como parroquia, no de San Pedro como titular del monasterio. La pobreza de Covadonga era mayor que la de Villanueva y, así, en 1591 se anota que se entregaban dos celemines de escanda al abad de Covadonga, como limosna. Muchos eran por otra parte los gastos que originaban los huéspedes que pasaban por el monasterio y después visitaban Covadonga. En 1684 el General de la Orden Benedictina estuvo en el lugar y entre él, los criados y demás que le acompañaron, figuran gastos de trece reales en comida y vino, más otros dos reales para las mujeres que llevaron la comida a Covadonga. Al año siguiente el monasterio abonó treinta y tres reales por diez libras de diferentes dulces para agasajar a don Gregorio Cisneros, el gobernador, con su familia y otros caballeros. Además se abonaron diez reales por una caja de hoja de azahar confitada; veintiún reales por dos cajas de conservas; seis libras de chocolate supusieron cuarenta y ocho reales, otros cincuenta y tres por una arroba de azúcar. Por el “cortexo” (agasajo) que se le hizo en Cangas al citado gobernador gastaron cuatro reales más. En cuanto al libro de registros de bodega quedó anotado que -entre las misas y el gobernador Cisneros que estuvo en el monasterio con otra mucha gente- se gastaron catorce cántaras y media. A las criadas del prior de Covadonga les pagaron los monjes en 1686 cinco reales, por dar de comer en su casa al abad de Celorio y al prior de Nava, además de seis “quartos” a diferentes pobres en la iglesia de Covadonga; más otros dos reales al criado del cura de San Martín que dejó dos caballerías para subir a Covadonga.

El monasterio en el S XIX
Así van pasando años y anotaciones de gastos ocasionados por el abad de Oviedo y el definidor de Cornellana; para pagar a testigos de los varios pleitos que mantenían con vecinos, linderos y otros curas; a los mozos que iban a Oviedo  a llevar y traer cartas; a los músicos de Covadonga para celebrar San Benito en el monasterio o a los mozos de cocina que debían desplazarse con algunos invitados. A veces las comitivas eran amplias como en el caso del Fiscal de la Audiencia de Oviedo que -entre el 14 y el 20 de septiembre de 1777- junto con su “madama, hija, doncella, señor lectoral, señor capellán, un agente fiscal, cuatro mozos, siete caballerías y ponerles comida en la venta de Sotiello y cena y comida en Covadonga, se gastaron novecientos setenta y seis reales”.

Claustro del monasterio
Ya la semana anterior los monjes le habían pagado veinte reales al que les avisó de que venía el fiscal. Ese mes fue movido en Villanueva porque, seguidamente, -entre los días 21 al 28-  se hospedó el Regente de la Audiencia de Oviedo que llegó con una comitiva similar al fiscal, a saber: “Madama, doncella, capellán, un dominico, un paje, un lacayo, cuatro mozos y nueve caballerías. Ponerles cena en Zereceda (sic) en Covadonga y cuando salió de aquí…todo seiscientos treinta y dos reales”. Gastos que, a veces, se veían obligados a abonar en especie, como cuando -en 1712- lo tuvieron que hacer con terrenos que tenían en La Riera de Covadonga. Como vemos, no estuvieron para las fiestas de la Virgen de Covadonga, los días 8 y 9 de septiembre. Todo indica que esta coincidencia de visitas fue con motivo del fallo del pleito del río a favor del monasterio. Tanto el fiscal como el regente fueron de los últimos visitantes del santuario antes del incendio que destruyó todo lo que había en la cueva apenas un mes más tarde, el 17 de octubre de aquel año 1777.

¿Qué compraban los monjes para los agasajos o “cortexos”? Veamos algunos ejemplos tal y como quedaron anotados en los libros de cuentas:

Hojas de azahar confitada, dulces secos, anises, bizcochos, chocolate, salmones, truchas, lampreas, anguilas, congrios, pollos, terneros, manteca fresca, peradas y otros.

El monasterio hacia 1945
                 


-Arrendamientos y donaciones-

 La Bula oficial de unión del monasterio a la Orden de San Benito fue concedida por el papa Paulo III el 5 de noviembre de 1534 (veintitrés días después de llegar a la silla de San Pedro). Sería el rey Carlos I -en 1564- quien suspendió la anexión que se había decretado de este monasterio con el de Celorio.

Detengámonos ahora en algunas de sus rentas y donaciones. Sólo cuatro eran habitualmente el número de monjes que habitaban el convento dedicados al estudio, la oración y el cultivo de los campos.

Torre y ábside del monasterio.
Las propiedades agrícolas lejanas las administraban por medio de aforamientos y rentas. Solían  ceder las fincas a los llevadores por “vidas de tres reyes”, esto es, mientras durase el reinado de tres monarcas consecutivos, de suerte que era por un periodo de tiempo variable, según las circunstancias. Los arrendatarios no pagaban en efectivo, sino con los mismos frutos de la tierra:  maíz, escanda, trigo, panizo o con animales como carneros, gallinas, etc. Los próximos al mar pagaban, a veces, con pescado. Percibían emolumentos de varias casas de la nobleza, tales como la de Estrada o la de los Condes de la Vega del Sella, así como de muchas iglesias sobre las que tenían derechos, como en el caso de Carreña, Asiego, Puertas, San Roque del Prado o Tielve. Casi todos los pueblos pagaban rentas a los monjes. Un ejemplo lo tenemos en la relación que -en 1591- recogen los libros de cuentas: Villanueva, Las Rozas, Sobrepiedra, Cangas (de Arriba), Mercado, Llueves, Helgueras, Dego, Soto, Onao, Caño, Nieda, Perlleces, Tornín, Narciandi, San Juan de “Parras” (hoy Parres), Prestín, Bada, Toraño, Coviella, Triongo, Miyar, Viña, Llano, La Vega, Bodes, Margolles o Las Arriondas. Los monjes hacían préstamos a los vecinos que lo solicitaban a un interés asumible, entre un tres y un cinco por ciento anual. Desde el miércoles de ceniza hasta semana santa daban comida a los pobres en la portería del monasterio a base de borona y potaje de castañas (que mezclaban con verdura, cuando la tenían). Durante los tres o cuatro meses que pueden transcurrir entre Pascua de Resurrección y Santiago sólo ofrecían borona. Tenían que pagar cuantiosas cantidades al Estado si éste lo solicitaba, como cuando -el 20 de octubre de 1793- tuvieron que abonar 4.530 reales para la “oferta que se hizo al Rey en la actual guerra contra Francia” (conflicto que enfrentó a la monarquía de Carlos IV de España y a la I República Francesa); era la Guerra del Rosellón, de los Pirineos o de la Convención.

Detalledel claustro
Muy numerosas eran las donaciones que recibía el monasterio; por razones de espacio haremos un muy breve resumen de algunas. En 1229 Martín Fdez. y su esposa Marina Pérez donaron una parte -y vendieron otra- de todo lo que poseían en los territorios de Cangas y Bode. El obispo de Osma (Soria) donó al monasterio todos los bienes que poseía en Cabrales “la iglesia de San Andrés de Puertas y algunas haciendas en dicho lugar” (puede que se refiera a San Andrés de Carreña, donde ya tenían propiedades). Era el año 1330.

Percibían legados testamentarios notables, en muchos casos a cambio de que se celebrasen misas por los donantes durante cierto tiempo, incluso algunos a perpetuidad. Curioso es que en Villanueva, el lugar llamado La Cementada (puede que el primer núcleo habitado en el pueblo) estaba exento de tributos al convento y tenía: tres casas, un hórreo y un huerto. Vecinos -como Pedro y Martino de La Cementada- aún aparecen documentados en 1729. Ora et labora (reza y trabaja) dice la Regla de San Benito. A buen seguro que -a lo largo de tantos siglos- los pocos monjes de Villanueva habrán tenido muy presente (entre otras mil cosas) el capítulo 48 de su Regla, que dice:

«La ociosidad es enemiga del alma. Los hermanos deberían participar en unos momentos concretos en el trabajo manual y en otros momentos en la lectura de la palabra de Dios».


El monasterio en la actualidad.
 
Francisco José Rozada Martínez
11 de febrero de 2015
 
 

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