Google+

jueves, 17 de julio de 2014

En el 75 aniversario del retorno de la Virgen de Covadonga a Asturias -Memoria de su paso por Arriondas el 4 de julio de 1939-


La Santina en Arriondas 4 y 5 de julio de 1939


En un extensísimo artículo que publiqué en septiembre del año pasado bajo el titular “Sobre el “exilio” o desaparición de la imagen de la Virgen de Covadonga durante los trágicos sucesos de 1936-1939”, quedó constancia detallada de todo el devenir y acontecer del que fue protagonista la imagen de Santa María de Covadonga en los añosde la Guerra Civil Española, la ocupación y posterior liberación de Covadonga, la situación en la que quedó el santuario, el desconcierto general motivado por la desaparición de la imagen y el hallazgo de la misma en la capital francesa a finales de marzo de 1939, hasta que partió hacia España el día 10 de junio siguiente, siendo recibida en el Puerto de Pajares tres días después. El retorno y llegada de la patrona de Asturias a Covadonga se produjo el 6 de julio de 1939.

Unos hechos estudiados con escrupuloso detalle por el recientemente desaparecido don Silverio Cerra Suárez, sacerdote y profesor de Filosofía. En el artículo arriba citado señalé que la llegada de la imagen a Arriondas, su recepción, estancia y despedida, serían tratadas con más detalle al cumplirse los 75 años del acontecimiento que removió la emoción popular de nuestros padres, abuelos, vecinos, antepasados y asturianos en general.

Arcos en Gijón

Situémonos, pues, en aquel 4 de julio de 1939. La Guerra Civil había concluido oficialmente apenas tres meses antes, por lo que el ambiente que se respiraba en aquel verano era de triunfalismo para unos y derrota para otros. Caso como el que hoy nos ocupa habrá que analizarlo pleno de euforia para los ganadores de la contienda, y de sumiso silencio para los que tenían otras ideas y proyectos para España.

Aquel primer martes de julio llegaron hasta Soto de Dueñas los vecinos de Arriondas -junto con las nuevas autoridades que regían el municipio-para recibir a la que había estado ausente de la cueva de Covadonga desde los inicios de 1937. En Soto de Dueñas estaban el alcalde de Arriondas, don José Aquilino Pando, el jefe local de la Falange, el comandante militar, el delegado de la Central Nacional de Sindicatos y el juez municipal D. Ramón Martínez. El clero parroquial -con la cruz alzada- presidía la bienvenida, con el párroco don Rafael Álvarez García al frente (el cual llevaba en Arriondas desde el día 4 de diciembre de 1927 y continuó hasta el 19 de julio de 1953).

Hasta Soto de Dueñas llegaron cientos de vecinos de los pueblos del concejo de Piloña, los cuales entregaron la imagen a los parragueses y -con entusiasmo, emoción y devoción- se pusieron en camino hacia Arriondas.

Infiesto 3 de julio

Varios arcos triunfales se habían levantado en los pueblos por los que pasaban. La comitiva llegó a las seis en punto a las puertas de Arriondas y comenzaron a sonar las campanas de las iglesias del concejo, entre cohetes que no se escuchaban desde al menos tres años antes; años en los que los sonidos más habituales eran los de ametralladoras, aviones y bombas. ¿Hemos dicho que sonaban las campanas? ¡pero si en Arriondas no había campanas!...que las que había desaparecieron durante la guerra y fueron destinadas a fundiciones para hacer metralla. Desde la torre de la iglesia de Arriondas (torre que apenas tenía siete años) alguien hacía sonar dos raíles del viejo tranvía que unía Arriondas con Covadonga y que había dejado de funcionar seis años antes.

Con paso lento la procesión llegó hasta la iglesia, adornada para la ocasión pero muy pobre en su interior, puesto que los retablos e imágenes habían sido quemados una tarde de septiembre de 1937 y el nuevo retablo central no se concluiría hasta el año siguiente.

Se había dispuesto una iluminación especial en la villa y -ante la iglesia- se detuvo la procesión para que don Gumersindo González pronunciase un emotivo saludo de bienvenida. Señaló que ninguno de los sacrificios sufridos durante la guerra habían producido tanto dolor en el alma de los asturianos, como el saber que la imagen de la Santina había desaparecido de la santa cueva, pero ese dolor y amargura se convertían en inmensa alegría, primero, cuando se conoció la noticia de su rescate y, después, al contemplarla de nuevo. El comandante militar de la plaza, Sr. Carrillo, pronunció una alocución en la que recordó la odisea que sufrió la imagen. No reproduzco más allá del resumen -en un par de líneas- de los discursos pronunciados, cuyos contenidos íntegros resaltan en cada una de sus palabras la euforia y la emoción del momento. Dicho comandante militar ordenó que se rindiesen a la imagen los honores de “Capitana Generala de los ejércitos victoriosos”.

En su discurso siguió enfatizando y ensalzando las -según él- “gestas gloriosas y páginas brillantes de la historia de España, escritas a golpe de bayonetas y regueros de sangre”. El discurso del citado comandante finalizó con los mismos vivas de rigor que -durante los cuarenta años siguientes- se escucharon en España en decenas de miles de ocasiones, y que no eran otros que los dirigidos a Franco y a España. Al final se entonó el “Cara al sol”, el himno de la Falange Española.

Como cronista de Parres y 75 años después de ocurridas, es mi deber contar las cosas como fueron y las vivieron nuestros vecinos parragueses, algunos de los cuales siguen siendo testigos de lo que contamos, para lo cual seguimos la narración que nos legó don Arturo Álvarez en su libro “Mi ofrenda”, publicado en Oviedo en la imprenta La Cruz, en 1948.

En la salida de Oviedo.

Tras el discurso del comandante militar desfilaron las fuerzas que estaban bajo su mando y lo hicieron ante aquella imagen que, durante siglos, fue conocida bajo la advocación de Virgen de las Batallas.

A las diez y media de la noche se celebró la que fue calificada como la más espectacular procesión de antorchas que Arriondas haya visto en su historia. La capital parraguesa se había convertido en un hervidero de gentes y, hoteles, fondas y casas particulares estaban llenos. Muchos pasaron la noche en el pórtico de la iglesia o en los portales de las casas que quedaron abiertos con ese fin. Desde la casa de doña Pepita Cueto, viuda de Reigada, un grupo de chicas cantó a dos voces una plegaria mientras la procesión regresaba a la iglesia parroquial -donde la imagen fue velada durante toda la noche-. Al amanecer se celebraron varias misas, a las que algunas personas acudieron descalzas para cumplir las promesas hechas en aquellos terribles meses que acababan de vivir.

A las seis de la mañana tuvo lugar una hora santa a cargo del vicario de Benavente, canónigo de Covadonga, Sr. Ordóñez. Varias misas más celebradas por los sacerdotes de las parroquias del concejo se sucedieron hasta las nueve. A las diez llegaron las peregrinaciones de Colunga y Caravia, formadas por más de un millar de personas; habían salido andando a las tres de la madrugada desde sus pueblos. Venían acompañados por:

El párroco de Cue, don José Arboleya; el de Gobiendes, don Custodio; el de Caravia, don Joaquín Iglesias; el cura de Lastres, don Hipólito Rebollar; párroco de Colunga, don José Cabo; el de San Juan de Duz, don Eulogio Caride; el de Pernús, don Secundino López; el Ayuntamiento de Caravia en pleno, juez municipal, profesores de Valdediós y jefes locales del Movimiento.

Los vecinos de Arriondas acudieron a recibirlos entre vítores y aplausos, cánticos y rezos. Llegados a la iglesia de Arriondas comenzó una solemne eucaristía en la que se interpretó la misa de Angelis (que en Arriondas se cantó después en todas las fiestas importantes, hasta 1980). A las once hubo otra solemne misa parroquial. Como no cabían en el templo -muchos de los llegados de pueblos por los que la imagen no pudo pasar- esperaban en los alrededores el final de los actos para poder entrar a verla y a tocarla.

 A las dos de la tarde llegó a la estación de Arriondas un tren con 400 peregrinos bajo la dirección de don Juan Margolles –profesor del seminario y más tarde canónigo de la catedral ovetense-, le acompañaba el coadjutor de Ribadesella, Sr. Valle Bulnes y el párroco de Collera, Sr. Noriega Pertierra. La máquina del convoy llegó adornada con guirnaldas, flores y follaje, algo espectacular según recuerdan los que lo vieron.

Otra función religiosa tuvo lugar en la iglesia a las tres de la tarde para despedir a la que cariñosamente suele llamarse la Santina. Fue el vicario de Benavente el encargado de dar las gracias a las autoridades, fieles de otros pueblos y -especialmente- a los parragueses, por la solemnidad y esplendor con el que prepararon y vivieron aquellas
escasas 24 horas.
Avilés 1 de julio

 A las cuatro de la tarde se puso en marcha la procesión de despedida. Textualmente don Arturo Álvarez, en el libro más arriba citado, dejó escrito: “ Un gentío inmenso, repique general, cohetes, una lluvia de flores -que cubría el camino por donde pasaba-, vivas, ovaciones, se cantó la salve y el himno del centenario”, (se refiere al himno “Bendita la Reina” estrenado el 8 de septiembre de 1918, con motivo del duodécimo centenario de la Batalla de Covadonga y la coronación canónica de la imagen de la Virgen -que tuvo lugar en esa misma fecha- en presencia de los reyes D. Alfonso XIII y Dña. Victoria Eugenia).

La jornada siguiente -ya en Cangas de Onís- es lógico que desbordase todas las previsiones y emociones y fuese el remate más solemne imaginado, antes de la llegada a Covadonga el 6 de julio de 1939, a la una de la tarde –justo hace ahora 75 años-. Se cerraba así el regreso desde París de la imagen ausente de su casa en el monte Auseva, tras un recorrido que se había iniciado en Irún y, cuyo lento recorrido por las principales ciudades y villas de Asturias alcanzó cotas de emoción y solemnidad nunca antes vistas.

Fueron asturianos de todas las tendencias e ideologías los que colaboraron para salvar, guardar, proteger, recobrar y transportar la imagen de la patrona de Asturias desde París a Covadonga, y es que no hay en Asturias principio, potencia o factor de unión entre todas sus gentes mejor que el que evoca Covadonga y lo que el lugar significa, incluidos los asturianos que lo juzgan lejos de mitificaciones.
 
Francisco Rozada.
Cronista Oficial de Parres. 

domingo, 13 de julio de 2014

Hoja de verano.

Descargar PDF


La Roza (Parres) 350 años de devoción y fiesta.


Por una carpeta especial conservada en los archivos bajo el epígrafe “Libro de fábrica del Santuario de los Remedios de la Roza”, podemos saber que éste fue fundado en 1664, hace ahora la friolera de 350 años.

En el lugar de la Roza, la ermita de los Remedios fue fundada -a su costa- por el licenciado Marcos de Asiego Valdés, arcipreste de Villanueva y cura de coro, en el año antes mencionado. Este arcipreste la dotó de ara, ornamentos, cáliz, misal, etc. Asimismo, le concedió 1 ducado de renta en un censo de 20 ducados de principal, que el susodicho tenía sobre los bienes de Juan de la Vega de Bustaz y de María de las Felgueras, su mujer. Dicho documento aparece fechado en la ciudad de Oviedo “a 28 días de febrero de mil y seiscientos y sesenta y cuatro años”, día en el que se despachó licencia para bendecir dicha ermita y decir misa en ella el señor provisor, al día siguiente, 29 de febrero de aquel lejano año bisiesto.



En el libro documental conservado de este santuario de los Remedios se puede leer: “Hacen la fiesta principal en la festividad de la Visitación, a dos de julio de cada un año y han de decir una misa por el dicho fundador y para que la oigan los fieles que concurrieren en dicha ermita. El dicho licenciado Asiego, su fundador, reservó para sí el administrar por los días los bienes de dicha ermita y rentas y disponer de ellas en útil de dicha ermita, sin que fuesen tomadas, y nombrar mayordomo a su elección según consta en la escritura de dotación si quisiere y después de sus días, ha de nombrar mayordomo la persona que le sucediere en el patronazgo, junto con el capellán que nombrase el dicho licenciado Asiego”. El nombramiento debía hacerse en la festividad del 2 de julio de cada año y –“si no se pudiese realizar en ese día en la ermita o faltase alguna persona de las expresadas”- se debía hacer en la iglesia parroquial de San Juan de Parres, el primer domingo siguiente a dicha festividad. El mayordomo cuidaba de todo lo relacionado con el santuario y la cofradía correspondiente a lo largo del año y rendía cuentas puntualmente, tanto al cura del lugar como al visitador que el obispo enviaba por las parroquias. Gracias a dicho visitador que acudía para verificar que todo estaba en orden, que las limosnas se destinaban a los fines previstos, que los curas cumplían con sus obligaciones, etc. se pueden conocer -a lo largo de los siglos- los avatares de cada parroquia, en algunos casos con amonestaciones severas para quienes quebrantaban lo pactado.


Preciosa decoración en la ermita de los Remedios.


De hecho, el mayordomo -en la mayoría de las parroquias- era elegido por los vecinos cada año y tenía una asignación definida, bien en dinero o en especie. Durante siglos solían utilizar como residencia habitual una casa al lado de la ermita o iglesia de la que eran responsables.Como rememoraba -hace unos meses- Laudelina García Pandiella, vecina de Vallobil, su bisabuelo Eulogio García Viego fue el último mayordomo de la capilla sita en La Roza.

Así se lo recordábamos también hace unos días a los vecinos de Villar de la Cuesta, con motivo de la reciente celebración de la fiesta de San Antonio en su capilla, ya casi con tres siglos de historia, los mismos que el año pasado cumplía la capilla de San Roque de Bada.

Procesión

Este cura arcipreste que hoy nos ocupa -fundador del santuario de los Remedios de la Roza- llamado Marcos de Asiego Valdés, (que antes había sido arcipreste de Villaviciosa) compró -al año siguiente y a su costa- campana para la ermita, “de veinteyocho libras y media de peso, en veinteysiete Deze (diciembre) de mil y seiscientos y sesenta y cinco años”.

El documento de fundación de la capilla de Los Remedios de La Roza concluye con la oración: “Laus omnipotens Deus, eiusque Santissima Mater Virginis Mariae...”, (Alabado sea Dios Omnipotente y su Santísima Madre la Virgen María...).

Por todo ello la diligente comisión de fiestas de La Roza (SO.FE.CU) -en el concejo de Parres- ha hecho este año un esfuerzo especial para celebrar con la máxima brillantez -el próximo día 5 de julio- los tres siglos y medio que cumple su capilla-santuario, manteniendo esta entrañable tradición que hace memoria -cada año- de aquellos sus antepasados que hicieron lo mismo a través de los siglos.





Francisco Rozada.
Cronista oficial de Parres.


350 AÑOS DE DEVOCIÓN Y MEMORIAS (1664-2014)
Pregón de Francisco Rozada en el 350 aniversario de la ermita de los Remedios de la Roza.

Hoy hace 350 años también el día 5 de julio era sábado. Y es difícil de imaginarse cómo habrían celebrado aquellos antepasados de la zona su primera fiesta de Los Remedios, recién celebrada tres días antes. Sólo sabemos que el lugar era este mismo en el que nos encontramos y todo lo demás debemos de imaginarlo.

Marcos de Asiego Valdés -el cura arcipreste de la parroquia de Santa María de Villanueva- había decidido un tiempo antes fundar un pequeño santuario dedicado a la Virgen de los Remedios y -en la capilla recién estrenada-se había celebrado la primera misa el viernes, 29 de febrero, de aquel lejano año bisiesto de 1664. Tener iglesia propia era como un ensayo de independencia para el pueblo; bien sabemos -por otra parte- que a esta ermita acudían los vecinos de la Roza, lo mismo que los de otros núcleos rurales próximos.

Tres siglos y medio en la historia de un pueblo dan para mucho. Monarquías, repúblicas, guerras, evoluciones, exilios, epidemias, hambrunas y miserias de todo tipo acompañaron a demasiadas generaciones de parragueses -y asturianos- que acudían a estos lugares en busca de consuelo, de salud o de un poco de piedad para sí mismos y para los suyos.

La Virgen de nuevo en su casa.
No podían aportar mucho para levantar y mantener la ermita, la casa de novenas y al mayordomo que las custodiaba. Si hiciésemos una excavación a fondo en este paraje -tan asturianamente acogedor- encontraríamos todo tipo de monedas: maravedís, reales, escudos, ducados, soberanos, ochavos, doblones, onzas y pelucones, entre otras. Las equivalencias no vienen a cuento y nos resultan tan lejanas como para un adolescente de ahora mismo hablarle de perronas, perrinas, duros o pesetas.

Es cierto que la fe mueve montañas -o al menos las movía- y santuarios como éste dedicados a una imagen de la Virgen María, la cual -pensaban-podía remediar tantas carencias, eran ya de por sí lugares de atracción, bien por enraizadas creencias, bien porque “total nada se pierde por pedir”, o porque “nada peor ya no nos puede ocurrir”.

La ermita se levantó con las manos, el sudor, la fe y los dineros de aquellos lejanos antepasados. Como el cura fundador disponía de los bienes que le habían dejado el matrimonio Juan de la Vega de Bustaz y su mujer María de las Felgueras, pudo concederle a la ermita 1 ducado de renta (era una moneda de oro de 3,60 gramos), todo sobre unos bienes valorados en 20 ducados más (lo que suponía 7.500 maravedís, una cantidad muy apreciable).

Levantaron la ermita, y el cura la dotó de lo necesario para el culto, comprando al año siguiente -por su cuenta- una campana de 28 libras de peso (que como sabemos son unos 13 kilos).

¿Tenemos que hacerle a los cimientos de estas ruinas próximas la prueba del carbono 14 para saber su origen? No nos hace falta, porque en ese único y muy desgastado libro que se conserva y que va desde 1664 hasta 1768 (104 años justos... y no se conservan los libros posteriores) se puede leer que la que se llamaba “casa de novenas” -en la que solía vivir el mayordomo que cuidaba de la ermita- se comenzó a construir tan sólo 12 años después de la consagración de la ermita -en 1676- y les llevó su tiempo puesto que, tres años después, se reservaron 56 reales para cuatro carros de tejas destinadas a la misma.

Recorrer las páginas de este tipo de libros (y dejarse muchas veces las pestañas en desentrañar lo que está escrito) es de veras apasionante. Al menos a mí me produce una emoción especial cuando me encuentro con
ciertos datos y sucesos.

Imaginaos a Marcos de Asiego -el arcipreste fundador- nombrando a dedo al primer mayordomo cuidador de la ermita y al capellán de la misma (y así fue durante los 20 años siguientes, puesto que el apellido Asiego siguió apareciendo durante en esas dos décadas como administradores de la capilla) hasta que el mayordomo comenzó a ser elegido por los vecinos.

El trabajo de los vecinos seguía siendo muy duro; los jóvenes del concejo alegaban para no hacer el servicio militar -llamado de quintas- todo tipo de fundadas razones como padecer tifus, viruela, tuberculosis, tener que atender a sus ancianos padres (que ya lo eran a los 40 años), etc. Veamos un ejemplo: Antonio, un chaval de Vallobil, alegaba que -a sus 17 años- era el mayor de 8 hermanos, que su madre se había quedado ciega y que él había perdido una mano cuando talaba un roble.

Demos ahora un salto de cien años y lleguemos a 1764. Reinaba Carlos III (el que importó la costumbre de los sorteos de lotería –que en Italia llamaban la “beneficiata”- para sacar más dinero y poner un poco de ilusión en sus súbditos.

El ramu.
Echemos un vistazo a los ingresos y gastos que se hicieron públicos el día 2 de julio de 1764, justo un siglo después de la fundación del santuario y hace ahora -por lo tanto- dos siglos y medio.
Los ingresos del año anterior habían sido los siguientes:

38 reales de vellón de la limosna del maíz.
11 reales de la limosna de la escanda.
10 reales del lino y la lana.
2 maravedís de la venta de un libro.
30 reales de las limosnas de la fiesta de Ntra. Señora de los Remedios.
5 reales de limosnas de la fiesta de la Magdalena (porque también se celebraba una concurrida misa en esa jornada, 20 días justos después de Los Remedios).
Y 50 reales de la subasta de dos ramos que ofrecieron unos devotos a la Virgen.

Gastos de la fiesta :
Para la pitanza de 5 sacerdotes “de fuera” 2,25 reales.
Otros 10 mrs. al cura celebrante de “la Gloriosa” (la Virgen de los Remedios).
Más 6 maravedís del pan que se “garró de la parba”.
Otros 2 mrs. del “chicolacte”.
3 mrs. más del queso y la manteca.
14 mrs. en la compra de unos corporales para la capilla.
1 maravedí de una docena de huevos y otros 10 que se “garraron” del vino de la “parba”.
Fiesta y gaitas.
Y -por último- 8 m. pagados por la misa de Magdalena (que siempre anotan como “Madalena” y hasta “Madalegna” (¿).

Y es que esto de las cuentas algunas veces traía cola. Veamos un ejemplo más habitual de lo que pensamos –y que se daba en todas las parroquias-:

En 1708 el mayordomo -D. Pedro Glez. de las Serondas- no había presentado las cuentas de los dos ejercicios anteriores, por lo que el visitador episcopal ordenó al cura que -en el ofertorio de la misa- se le reclamasen 379 reales pendientes de pago, más otros 161 de las limosnas y, si no lo hacía en 20 días, quedaba excomulgado. Para aquella gente no había condena mayor que una excomunión.
Volvamos ahora al tiempo que nos ha tocado en suerte (siempre con la duda de lo que ocurrirá dentro de varios siglos más, algo inimaginable para nosotros, como nuestros ancestros jamás imaginaron un avión, un televisor, un teléfono, un coche y ni siquiera la energía eléctrica).

Vivir el presente será -primero- darle gracias a la Virgen de los Remedios por tantas cosas que tenemos y que no valoramos lo suficiente hasta que las perdemos y -asimismo- rogarle que nos libre de tanta incompetencia, de la dejadez y el pasotismo, la del sálvese quien pueda o la de la corrupción generalizada en tantas instituciones, organismos y sociedades, lo mismo que en no pocos ciudadanos de a pie.

Gaiteros a la puerta de la ermita.

Como ya hicieron nuestros antepasados parece que éste es el último recurso que nos queda, especialmente en la solicitud de trabajo para una cuarta parte de los adultos que viven en España y para más de la mitad de los jóvenes.

Después de agradecer vuestra invitación para dar este primer pregón en un día tan señalado, y de la atención que habéis prestado a estas palabras, cumplamos con el rito que se inició hace 350 veranos y que no es otro que “cada un año celebren una misa por el dicho fundador y para que la oigan los fieles que concurrieren a dicha ermita”.

Y, por último, una recomendación:

¡No perdáis nunca esta tradición que os legaron vuestros antepasados de reuniros aquí al inicio de cada mes de julio!

Fran rozada en la Ermita de los Remedios.










martes, 1 de julio de 2014

Excursión a Cantabria

El pasado sábado 28 de junio la parroquia se trasladó de excursión a Cantabria. Se trataba del cierre de catequesis de este curso, aunque la excursión estaba abierta a toda la parroquia.
La Virgen de la Bien Aparecida.

Aunque el tiempo no nos acompañó mucho, sí respetó la mañana por lo menos y permitió que realizaramos todas las actividades previstas.

Por la mañana tras tomar un cafetín en Unquera, nos fuimos a ver a Abel, un artesano fundidor, enamorado de la artesanía de la campana. Un oficioque va mucho más allá de lo que parece y que este hombre con su particularísima filosofía nos enseñó no solo en la vertiente técnica sino también en la más  que interesante cultural.
Abel nos enseño la cultura de la campana



Allí mismo en su pequeño museo, pudimos disfrutar de su hospitalidad y compartimos unas estupendas viandas...
Quién no quiere replicar las campanas...

Después de comer, nos desplazamos a Laredo donde el temporal solo nos permitió tomar un café para hacer la digestión...

A la tarde, nos fuimos a conocer a la patrona de la comunidad vecina: la Virgen de la  Bien Aparecida. Aunque la lluvia estuvo presente, pudimos conocerla de cerca gracias al Hermano Trinitario que nos la mostró, y nos contó su historia.

Más tarde nos dirigimos a Limpias donde celebramos la Eucaristía con la parroquia del Santuario del Santo Cristo de Limpias. 

Ya de vuelta hicimos una última parada de descanso en Unquera  para regresar a casa a descansar. Un ambiente genial, y convivencia entre los mayores y los más jóvenes de la paroquia... Tenemos que repetir, porque alguno quiere ser campanero de mayor!!

Abel nos enseñó el arte de hacer campanas.


Pulsando en la primera imagen accedes a un album de fotos de la excursión.