Desconocemos
el día y el mes del nacimiento de Jesús. Incluso la Iglesia ha
aceptado años atrás -por boca del anterior pontífice y, ahora, por
ratificación del actual-, que hay un desfase en el año en el que se
creía que había nacido, puesto que realmente este hecho ocurrió
entre cuatro y seis años antes. El error viene desde el año 533,
cuando el monje romano Dionisio “el pequeño o exiguo” (más que
por su estatura puede que el mote le viniese por su humildad), se
propuso calcular los años -no desde la Fundación de Roma como era
costumbre-, sino desde el presunto nacimiento de Cristo. La época
determinable con precisión es, ciertamente, el décimo quinto año
del Imperio de Tiberio César. Además, Herodes -rey de los judíos-
mandó matar a todos los niños menores de dos años, y la muerte de
este monarca se sabe ahora con certeza que ocurrió cuatro años
antes de la fecha considerada como la del nacimiento de Jesús,
cuando Éste tendría algo menos de dos años y se salvó porque sus
padres huyeron a Egipto con él.
Como los
romanos eran conscientes de que en estas fechas finales de diciembre
los días comenzaban a crecer, celebraban la fiesta del Deus Sol
Invictus (el Invencible Dios Sol); era como si el sol volviese a
nacer y -entre el 22 y el 25 de diciembre- tenían lugar las fiestas
del “Natalis Solis” o Nacimiento del Sol. De modo que los
cristianos decidieron también instaurar la festividad del nacimiento
de Cristo en esos días y, al inicio del siglo IV -aproximadamente-,
se fijó la fecha en el 25 de diciembre.
De modo que
anécdotas sin importancia -como ha ocurrido estas semanas con la
mula y el buey- habría muchas para contar, como en el caso de los
tres Reyes Magos de Oriente, que ni eran reyes de ningún sitio, ni
magos -sino sabios-, ni se sabe cuántos eran, ni mucho menos sus
nombres y, hasta el actual Obispo de Roma Benedicto XVI, acaba de
situarlos como procedentes de Occidente y no de Oriente.
Al
final lo que importa es la esencia de los hechos fundamentales, no
las anécdotas y tradiciones que los envuelven, aunque éstas vengan
arropadas por siglos de pervivencia.
Fran Rozada
Artículo publicado en El Fielato (2-enero-2013)
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